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lunes, 25 de mayo de 2009

"EL MIO"

En la década de los cincuenta, cuando apenas adquiría el “uso de la razon”, fui llevado por mis padres a visitar al abuelo materno que se había trasladado con sus hijas a Cali. El pertenecía a las familias venidas de la montaña en la diáspora que constituyo la “colonización antioqueña”, buscando tierras más al sur, en lo que hoy forman el Gran Caldas: Caldas, Quindío y Risaralda.
Cali era una bella ciudad, donde lo que más se distinguía era su clima tropical y el viento que venía del mar Pacifico por la ruta de los Farallones. La ciudad empezaba a ser asiento de los emigrantes de la violencia, que por esos años azotaba las regiones de Colombia, muy especialmente el centro del país, gentes que huyendo del terror buscaban la paz que daban las calles de la nueva urbe.
En la época referida, se distinguía el Club San Fernando y muy especialmente a Lucho Bermúdez, el gran compositor, del porro del mismo nombre e intérprete con su fantástica orquesta, de otra pieza histórica para la ciudad y su gran equipo de futbol el Deportivo Cali, la siempre eterna melodía que sirve de himno de batalla a la institución “gloriosa” como la llamamos sus admiradores: “el pachito eche”.
El ambiente de la ciudad era tranquilo, el rio cruzando la ciudad, hizo brotar del pensamiento inspirado del gran vate Eduardo Carranza, su inmortal verso de “Cali es un sueño atravesado por un rio”.
Cuando me despedía de ella, para retornar a “Mi Manizales del Alma”, me sorprendía una inmensa nostalgia, dejando atrás lo que admiraba de su ciudad, su clima y la belleza de las mujeres, acariciadas por la leve brisa del viento sobre sus vaporosos ropajes, el edificio del Hotel Aristi, al que consideraba la estructura más grande del planeta.
Fueron muchos años de ir y venir. Por la época de los juegos Panamericanos, la ciudad empezaba a ser metrópoli y el evento sirvió para ubicarla como grande en el continente, por ese tiempo culminaba mis estudios de ingeniería.
Con el cartón en la mano busque “coloca”, por todos los rincones viniendo a parar del todo a la ciudad de la que me había enamorado desde pequeño.
Como ingeniero intervine en importantes obras que sirvieron al desarrollo, buscando además con ahínco la institución gremial, de la que más tarde fui su presidente. Como director del gremio de los ingenieros intervine en innumerables acciones que enriquecieron a la colectividad y a la ciudad. Por la década del noventa fueron sobresalientes dos hechos: uno para la ciudad, el estudio de un sistema de transporte metropolitano, el otro para el Departamento y el país: la vía al mar. Hacia ya parte de la Junta de Planeación de la ciudad en representación de los Ingenieros. Debo mencionar para hacer justicia a mi colega y condiscípulo Germán Arboleda Vélez, dos veces Director de Planeación de Cali y espíritu insomne de un sistema de transporte para la ciudad. Su profesionalismo y estudio permanente han servido de manera fehaciente para que el sistema haya sido una realidad.
La carretera al Mar, llamada también Alejandro Cabal Pombo, es la más reciente comunicación del Valle con el océano, data de los años sesenta. Es precedida primero por el ferrocarril que llega a la ciudad de Cali en 1.915, después de treinta años de esfuerzos, comandados por el ingeniero cubano Francisco Javier Cisneros y la carretera bautizada Simón Bolívar correspondiente a la década de los cuarenta.
Como ingeniero conocí las distintas fases adelantadas por el entonces Ministerio de Obras, buscando una mejor vía, por la parte alta del Cañón del Dagua. Después de muchos años de estudios, se descartaron los proyectos del Dagua y el Calima y quedamos en que lo óptimo es mejorar las condiciones de la actual vía. La verdad es que con urgencia necesitamos mejorar la conectividad de Buenaventura el principal puerto marítimo del país con el interior y mientras más pronto mejor, lo demás va en contravía de los intereses patrios y del desarrollo de la economía que requiere de buenas vías, para su usufructo.
Como he estado alejado de la ciudad, durante el último lustro, por mi vinculación con el Norte del Cauca, tuve la oportunidad en la presente semana de conocer el MIO y debo decir con franqueza, que los caleños se han sobrado de transporte metropolitano. Recorrí sin premura los distintos corredores viales y la ciudad me parecía cada vez más bella, además la arquitectura ha sabido interpretar el deseo de un mejor espacio para todos, sentí cierta tristeza cuando pase frente el Club San Fernando, y me acorde del tango, cuando dice “se me escapa un lagrimón”, toda una historia convertida en un muladar, esperamos que el espacio libre sea transformado en un parque, será la única forma de pagar toda una tradición en que se había convertido el lugar, la ciudad lo requiere, mas sabiendo la imperiosa necesidad de aumentar las zona verde y así Curitiba, ejemplo de planificación, no sea más motivo de envidia.
Lo más significativo, ha vuelto el antiguo civismo con que se ha caracterizado al ciudadano de Cali.
Todavía hay muchos problemas al respecto que resolver, pero con paciencia y una nueva dirigencia que comprenda más íntimamente los problemas de la urbe, todo se solucionara y Cali nuevamente será la ciudad de la que nos enamoramos cuando éramos apenas unos niños.



Por: Ing. Luis Fernando Orozco Gutiérrez

Email: luisforozcog@hotmail.com

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