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lunes, 23 de mayo de 2011

Tenemos que reeducar la paciencia"

Tenemos que reeducar la paciencia"
Por: Angélica Gallón Salazar
¿Esta prisa en la que vivimos, ese deseo de velocidad es un fenómeno reciente o es algo que de alguna manera se ha experimentado siempre?
Se puede rastrear desde que el ser humano empezó a medir el tiempo y el tiempo volteó la tortilla y empezó a medir al hombre. Ese excesivo enfoque temporal fue creciendo, pero el gran cambio sucedió en el Siglo XIX con la Revolución Industrial cuando empezamos a contarlo todo, a medir todo en término de productividad, los medios de transporte también cambiaron la relación de espacio y tiempo, luego el salto enorme de nuestra relación con el tiempo se dio con el boom tecnológico. Hace 15 años salíamos de la oficina y todo acababa, ahora estar todo el tiempo enchufados nos ha demandado hacer más cosas, no descansar. Lo que creo que es un fenómeno reciente es empezar a sentir que hemos llegado a un punto de inflexión, creo que si mi libro hubiera salido hace 15 años no estaría acá dictando conferencias, porque creo que el virus de la prisa no había llegado a ese punto tan contundente. Ahora nos afecta a todos.

¿Qué nos hace desear tan profundamente hacer tantas cosas e ir rápido?
Hay un coctel de factores, es esencialmente la mortalidad, vamos a morir, es un plazo fijo y limitado y aunque paradójicamente vivimos más ahora el mundo pasó a ser un gran buffet que hay que conocer y experimentar y hay algo de gula en eso, hay que hacerlo todo y probarlo todo. Hemos caído en la trampa de creer el mito de que podemos tenerlo todo. La cultura nos empuja hacia eso, es una cultura consumista que le da a todo el valor de basura y lo vuelve todo insignificante, pasajero.

¿Justamente siente que hay una estrecha relación entre este afán y el sistema económico que se ha impuesto?
Yo no soy bajo ninguna circunstancia anti capitalista, pero el capitalismo actual, el duro capitalismo es problemático porque no es sostenible, porque además no genera los beneficios que debía generar: no hay felicidad, no hay bienestar, no hay salud, nos ha puesto en una jaula de consumo donde nos sentimos mal, agotados y carentes siempre de algo. Lo que la filosofía slow sugiere es reformar, revolucionar, reinventar ese capitalismo, partiendo de todas sus bases, pero sin convertirnos en correcaminos.

¿Pero cómo ir en contravía de algo que es tan avasallador?
Hay cosas sencillas que todos podemos hacer. Una de las cosas irónicas es que somos tan impacientes que queremos entonces pisar el freno rápidamente, queremos ralentizar con un espíritu muy rápido, la gente me dice que después de leer mi libro se quedó pensando, entonces se apuró a tomar un curso intensivo de yoga, cuando ralentizar es un proceso que se toma su tiempo. Como punto de partida hay que pensar que es un cambio de mentalidad. Podríamos hacer menos, por ejemplo. Tratamos crónicamente y obsesivamente de hacerlo todo, yo reaprendí el arte de decir no, la palabra no es tan profundamente contracultural, que nos sentimos obligados a decir sí siempre, así que aceptamos todo, y terminamos en esa cosa frenética de hacer cinco cosas al mismo tiempo privilegiando la cantidad a la calidad. Es imprescindible hacer menos, priorizar y dejar caer el resto, es difícil hacerlo, porque el triunfo parece estar relacionado con cantidad. Hay que confeccionar una lista de actividades diarias y empezar a tachar las prescindibles. Tenemos que dejar de temer a la inactividad. Hay que revertir esa ecuación ¿por qué lo que elogiamos es la cantidad? Parece que estar ocupado es una suerte de triunfo, el movimiento slow rompería ese esquema. Hay que dejar de programar.

¿Tiene alguna posibilidad este movimiento de permear más conductas que las simplemente individuales?
Las empresas tecnológicas empiezan a mandar ese mensaje, el movimiento slow e-mail sugiere chequear el buzón de entrada menos, y Hewlett-Packard entregó un informe que dice que el bombardeo de interrupciones electrónicas hace que el coeficiente intelectual se reduzca en 10 puntos. El movimiento slow está avanzando por varios flancos, ha empezado a tener efectos individuales pero eso tiene un efecto dominó, los cambios macros se darán a partir de los cambios micros.

¿Tenemos prisa en todo? ¿También para amar?
Estudios dicen que el 20% de los humanos interrumpimos el sexo para contestar una llamada, mandar un mail o incluso poner un Twitter. Una revista dedicada a parejas en Londres sacó en la portada un titular que decía cómo llegar al orgasmo en 30 segundos, incluso en la cama somos como diciendo ¡preparados listos ya! Eso se ve igual con las amistades. Uno encuentra gente que en Facebook tiene 4.500 amigos, esa es la devaluación de la amistad, se trata siempre de la cantidad y no de la calidad. Tenemos que reeducar la paciencia.

¿Pero detrás de qué vamos?
Es la gran pregunta, cuando la gente se para a hacerse ese pregunta una epifanía sucede. Hay muchos factores empujándonos a esa carrera frenética, pero creo que la velocidad termina siendo sobretodo un mecanismo de huída. Somos incapaces de estar presentes. La filosofía slow se podría reducir en darle a las cosas su tiempo necesario. No soy un fundamentalista de la lentitud, soy alguien que reivindica otras velocidades, es como en música buscar el tiempo justo.

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